Mientras todos, absolutamente todos están desarrollando su examen, yo presto atención a cada uno de ellos. Los alumnos sentados, ensimismados, algunos pensando, con mano en la cabeza, otros con seguridad resolviendo las preguntas más o menos fáciles que he puesto para su examen, ese examen que los libera de este semestre para pasar a vacaciones de medio año y celebrar 28 de julio yendo a donde quiera que vayan los adolescentes de hoy en día.

Estar al otro lado, desde el escritorio es diferente, es raro, sigo sin acostumbrarme. Los chicos de este salón son como supongo serán los típicos adolescentes, palabras raras que no sé que significan en su léxico teenager, algunas malas disimuladas, y un montón de chapas (apodos) a sus compañeros (no me extrañaría que tenga yo una).

El tiempo transcurre y ocurre lo que me contaba el maestro Gonzales, hay un momento en que empiezan a buscar las respuestas donde sea y están mirando sigilosamente en los exámenes del vecino, es algo muy sutil, pero te vas a dar cuenta, cuando comienzan a ponerse inquietos me levanto y camino entre las filas de las carpetas. Alguno me llama para consultar algo.

Trato de ser buena gente, pero hay temas que… ya pues, si no sabes eso, nica apruebas.

En medio del silencio, se escucha una canción y hace que todos se rian, incluyéndome . les pido silencio y llamo la atención a la muchacha que avergonzada se disculpa y apaga su celular. Termina la hora suena el timbre y les pide que den el examen.

Es la última vez que los veré, me despido de ellos y algunos dicen ahhhhh en coro.

Lindos muchachos, me caen bien. Los aprobare a todos jajaja